miércoles, 10 de diciembre de 2008

El árbol de Navidad

No se exactamente cuál es el motivo por el que me gusta tanto el árbol de Navidad. ¿Será que, el no tener raíces, hace que uno se aferre a lo que ha vivido en la infancia? Es posible que esa sea la manera de recuperar parte de uno mismo, y tener algo a lo que aferrarse sentimentalmente.

En los Martínez, eso del poner un árbol de Navidad en condiciones no parece que se lleve. Son más de portal de Belén. Hace un par de años mi parienta se rebeló, y dijo que quería uno en condiciones: con río, piedras, plantas, luces y muchas figuras. De momento ha conseguido, aparte de lo típico (san José, la Virgen y el Niño Jesús, la mula, el buey y un ángel), una panda de ovejitas. En cuanto se descuide le planto un caganet haciendo un calvo.

Los chinos, además, se han introducido en ese mercado y han inundado el mercado de figuras de pasta mu rarísimas. Serán el mismo Tarzán de los monos haciendo imitaciones, pero lo que es hacer unos ojos redondos… ni a la de cuatro. Mi media naranja tenía desde hace años un belén chino filipino, y el rey Baltasar fue bautizado como “la cubana”. Si el monstruo de casa no lo hubiera descabezado el año pasado, podría ser el nuevo emblema navideño del blog.

(En las fotos algunas de las adquisiciones que hemos ido haciendo en distintos viajes. La última foto es de un angelote comprado el mes pasado y una bola que tiene más de cuarenta años)




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