miércoles, 11 de abril de 2012

Economía doméstica

Las cosas están jodidas. Llevo varios días sin escuchar tertulias radiofónicas por eso. Me asustan. Parece ser que la situación económica está fatal. Mis conocimientos sobre economía, deuda, financiación, intereses, ... son los mismos que tengo sobre los dialectos del ruso septentrional. Así que no me atrevo a escribir mucho sobre el tema, no vaya a ser que algún versado en temas monetarios me arrée unas cuantas collejas.
En cambio, sí controlo un poco de economía doméstica. Imagino que la economía española o europea será como la economía de mi casa, pero a lo bestia. Por eso me hago la siguiente composición de lugar.
Todo lo que está pasando en España es lo mismo que si yo me hubiese dedicado en mi casa a gastar mucho más de lo que ganamos. Mes a mes, voy derrochando el dinero en cosas que me parecen importantes: como y ceno por ahí todos los días, compro dos o tres coches cada año por si alguno se estropea, cada fin de semana me voy a hoteles de lujo en la costa, apunto a nuestros hijos a todo tipo de actividades extraescolares (baile, fútbol, piano, inglés, francés, alemán, chino...), pongo TV con el Plus en todas las habitaciones de los cuatro pisos de lujo que tenemos,... Mi mujer se niega a que nosotros llevemos ese ritmo de vida. Todos los días me dice que esto va a acabar mal. Pero como el que manda soy yo, paso de lo que ella dice y sigo derrochando. Como nuestros sueldos no llegan, el Banco Popular (mi banco) me dan créditos cada dos por tres. Ni que decir tiene que los del Popular se frotan las manos cada vez que voy a por más dinero.
Y así van pasando los años... cada vez necesitamos más y cada vez pedimos, y debemos, más. Nuestros hijos están contentísimos ya que su vida es fácil, placentera, llena de lujos y de caprichos. Mi mujer, a punto de divorciarse, no sabe qué hacer para convencerme en abandonar ese tipo de vida. Pero yo a lo mio. Lujos y más lujos.
Pero llega un momento que el banco dice: quieto parao!!!!! A partir de ahora no prestamos más; a partir de ahora empezad a devolver todo lo que os hemos prestado.
Entoces mi mujer, harta ya, decide hablar con mis hijos y los convence de que a partir de ahora, sea ella las que tome las decisiones para que no acabemos todos en la miseria más absoluta. A partir de ese momento, hay que apretarse el cinturón a lo bestia. Les dice que habrá que ir quitando gastos innecesarios, y mis hijos le dan la razón. Así que yo, le paso las riendas de la economía familiar; y aviso a mis hijos que se van a enterar de lo que vale un peine.
Mi mujer empieza a recortar gastos. El banco cada vez pide más dinero y ella, cada vez recorta más. Pero al cabo de varios meses, descubre que no llega con apretarse el cinturón... hay que vender el cinturón. Así que anuncia a los niños que a partir de ahora no se sale a comer fuera, se venden todos los coches menos uno, todas las TV menos una; ni el Plus ni leches... la 1 y la 2 como toda la vida; los fines de semana nos quedaremos en casa y, las demás, las vendemos para intentar pagar la deuda que tenemos con el banco.
Entonces, sin piedad ninguna, me lanzo al cuello de mi mujer, diciéndole a los niños que ella nos va a llevar a la ruina, que nos quedaremos sin comida, sin casa y sin nada, como ella siga llevando las riendas de la familia.  Y claro, mis hijos, acostumbrados a un ritmo de vida impresionante, viendo que se acaba, montan en cólera y culpan a su madre de todos los males. Mi mujer, que lo único que intenta es sacar a flote la familia de la ÚNICA FORMA posible, es criticada por todos los miembros de mi familia, yo el primero.
Uno de mis hijos, el que más a favor estaba de las reformas que había que hacer, le dice a mi mujer: tú nos dijiste que podríamos seguir teniendo un chalecito en la playa y ahora lo vas a vender. Nos engañaste.
Yo, aprovechando la situación, les convenzo que conmigo al mando eso nunca hubiese pasado, que yo sí que sé salir de la crisis sin hacer recorte en los gastos, etc. Y los atolondrados de mis hijos se lo creen. Así que desde ese momento los tengo a todos a mi favor.
Quedan unos personajes en la historia que tienen su importancia. Son los familiares más lejanos. Son aquellos que aún viendo que la familia iba hacia el desastre, no han dicho nada, no me fuese a molestar. En cambio, cuando mi mujer empieza a tirar del carro, alzan sus voces en contra de todas las medidas.
Pues esto es lo que creo que está pasando en este país. Creo que está claro que yo soy el PSOE (antes morir) y que mi mujer es el PP (si así fuese me separaría cagando leches). Mis hijos son el pueblo español, a los que yo (PSOE) engaño constantemente y ellos (pardillos) me creen las mentiras más gordas. Los familiares lejanos son los sindicatos y la mayoría de los periodistas afines al PSOE. Callados como putas durante los 8 años de Zapaterismos y ahora, elevan sus gritos al cielo clamando en contra de las políticas del PP.
No sé cómo terminará la historia. No sé si la familia (España) saldrá adelante y volverá a vivir bien. Lo único que sé es que no hay más solución que recortar. Aunque duela, aunque cueste, aunque joda. Hay que hacerlo.
Hay que recortar gastos. Eso lo entiende hasta el más gilipollas. Bueno... hay muchos gilipollas que no. Hay muchos gilipollas, algunos lectores habituales de este blog lo son, que siguen pensando que con la derecha vamos a perder una serie de derechos que teníamos. Aquí el único derecho que tenemos todos es sacar adelante este país, trabajando duro y arrimando el hombro. Dejemos ya de lado quién es el culpable de esta situación. Trabajo, trabajo y trabajo.
Lo único que no me convence es que el gobierno no se decida de una vez a ahorrar dinero quitando las subvenciones a sindicatos, partidos políticos y patronal. Eso sí que nos haría remontar un poco la situación.
Y para esos gilipollas que tanto critican la financiación de la iglesia católica, decirles dos cosas:
  1. Lo que el estado da a la iglesia es lo que muchos católicos y no católicos queremos, por medio de nuestros impuestos, poniendo la famosa crucecita.
  2. El dinero que la iglesia ahorra al estado cada año con la cantidad de labores sociales que realiza, es mucho más de lo que recibe de él.

1 comentario:

Jesús Quiri dijo...

Aunque hay quien diga que el sistema de financiación pública de la Iglesia es muy particular, también es útil. La Iglesia ayuda en todo lo necesario a la gente que lo necesite y se lo pide, además de que mantiene y conserva monumentos históricos