sábado, 8 de marzo de 2008

Barbarie




1 comentario:

Anónimo dijo...

EL AMANTE DE LA LIBERTAD


Cuando tenía quince años, vivía en la playa.
Tenía un perro que se llamaba Sambo.
Sin raza definida, callejero.
Cada mañana íbamos juntos a correr por las playas y los acantilados.
Nos gustaba mucho.
Ver amanecer, observar a las gaviotas, bañarnos, saltar las olas, hacer castillos de arena.
…………
Conforme la mañana avanza, el Sol eleva su intensidad e ilumina nítidamente cada rincón de la Creación.
Aprendimos juntos, que los pinos huelen fuerte a sotavento, que los pájaros madrugan, que a los peces les gusta la mañana, los cangrejos se refugian del oleaje, la arena moldea el litoral y los penachos de las olas anticipan el sentir de la mar.

Sambo me enseñó algunas cosas. Su instinto animal era potente y natural. Si picaba mucho el Sol, era el primero en encontrar una sombra. Si el cuerpo le pedía carrera, localizaba una explanada de terreno arcilloso, donde trotábamos libres. Si olía a una perra, me miraba con ojos de circunstancia y se despedía para un par de días. Si le dolía la tripa, encontraba hierba verde, se la comía y se purgaba.

Pero lo mejor fue lo de los pájaros pequeños.

Cuando la Bola Amarilla se eleva una cuarta, aparecía una especie de gorrión que volaba en paralelo a las olas, muy bajo, rozando con sus alas las crestas del oleaje.
Vuelos acrobáticos de primera.

Sambo esperaba en la orilla. Pasaba un pájaro y se ponía a perseguirlo con febril empeño.
Para vivir su aventura, precisaba de toda su concentración. Salía lanzado, y con la habilidad natural de su condición canina, acompasaba su correr por tierra, mar y aire.
Le vi nadar detrás de los pájaros. Correr a ritmo endiablado. Incluso dos o tres veces le recuerdo volando por los aires tras chocar con las olas.
El ser vivo más feliz que he conocido.

Su alegría se basaba en algo muy simple.
Era un perfecto amante.
Un amante de la Libertad.
…………………………………………..

Jornada de reflexión. Mejor no hablar de política.
Mañana, cuando vaya a votar con mis hijas, cerraré los ojos y me acordaré de mi perro.
De su alegría al correr libre y salvaje por la playa.
Y cuando vuelva a casa, me sentaré en un banco del parque y les explicaré a mis niñas que una vez tuve un perro que amaba la libertad.
Y que la libertad, a pesar de todos los pesares, es lo que nos hace volar tras chocar con el oleaje.
Vuelos acrobáticos.
Almas limpias.
Fe en la vida.
Fortaleza.
..................
Sambo.
Sin raza definida, callejero.
Cada mañana íbamos juntos a correr por las playas y los acantilados.