domingo, 7 de diciembre de 2008

Boda en Sevilla. ¡Aún queda buena gente!

Ayer sábado tuvimos una boda en Sevilla. Se casaba una prima y no podíamos faltar. Así que para allí nos fuimos con nuestro GPS sin miedo a no saber llegar hasta la iglesia. Pues nada, a pesar del GPS, nos perdimos. Metí el coche en el primer parking que encontré y al salir vi que estábamos bajo el Parlamento andaluz. Por supuesto que me acordé "entrañablemente" de ese presidente tan "querido" que tenemos en esta tierra: el que su cara parece el escudo del Barça.
Un taxi nos llevó hasta la iglesia. Todo muy bien. La novia muy guapa y esas cosas. También muy guapas las hermanas de la novia, pero lucían un extraño complemento en la cabeza que recordaba a Chicago años 20 y al Charleston.
Luego fuimos andando por el centro de Sevilla y... una maravilla. Me encantó. No lo conocía y me dejó impresionado. Ahora entiendo la mala follá que destilan los granaínos contra Sevilla: como ya dije, es envidia.
Y para mayor asombro, la comilona fue en el hotel más bonito que he visto nunca: el Alfonso XIII. ¡Qué pasada! ¡Qué sitio! Y menuda comida.
Bueno, a lo que iba. Pues a eso de las siete de la tarde, decido irme a por el coche... andando y sin mapa de la ciudad. Así que me pongo a andar, y a andar, y a andar... ¿Y dónde me pierdo? Por supuesto que en un sitio de calles estrechas y completamente vacías de gente. Yo, encorbatao... calles, vacías. Conclusión: yo, acojonado. Hasta que en un sitio llamado la Alameda de Hércules, me decido a preguntar a una pareja: por allí recto y al llegar al puente a la derecha. Les hago caso y sigo la caminata. Ya eran las ocho y cuarto. Llego al puente, tiro a la derecha y a los diez minutos no veo el Parlamento ni por asomo. Pregunto de nuevo: por allí y luego a la izquierda.
Sigo andando. Las ocho y media. Y de pronto me encuentro de frente a la primera pareja a la que pregunté. -¿Eras tú el que buscabas el Parlamento?- me dice la mujer. -Sí- respondo. Pues mira te has confundido; no es por aquí. ¡No te preocupes que nosotros te acompañamos! No os moletéis, dije yo. No es ninguna molestia. Así que me acompañaron por lo menos diez minutos callejeando en otra dirección que no era la suya. Al final llegamos al famoso Parlamento y les agradecí muchísimo lo que habían hecho por mi.
Supongo que dicha pareja no leerá este blog; pero si lo hacen, o si alguien (por ejemplo Toi) los conoce, decirles que no esperaba yo tanta amabilidad, tal y como está España en estos momentos. ¡Mil gracias!

4 comentarios:

Paul Newman dijo...

Te recuerdo, compañero, el chiste del cura granadino que vive en Sevilla... y que publicaste en su día.

¡Ay! ¡La fascinación!

Toi dijo...

lástima no haberme avisao pa echar unos olorosos con pringá en el nar giralda
en fin
de siempre se ha definido a Sevilla como ese lugar donde no te indican la dirección, allí te acompañan.
Ya ves que es verdad.

Toi dijo...

he cometido el error de ver el video del chiste del cura granaíno.
no demasiados comentarios, la estupidez no los merece, lo que no entiendo es tanto complejo de inferioridad
nosotros, insisto, nos limitamos a vivir NUESTRA vida, y a ignorar a esas personas tan curiosamente llenas de rencor y complejo de inferioridad.
JAMÁS pensamos en "el resto de Andalucía".
Ojalá algun siglo empiecen a vivir sus propias vidas y dejen de envidiarnos, cosa que se debe a su ignarancia crónica, porque Sevilla no tiene nada para ser envidiada, excepto que nos ahorramos el esfuerzo de odiar a otras personas que solo casualmente han nacido en otras ciudades, y ellos deben de estar ya agotados de tan enfermizo y lleno de estulticia esfuerzo.

Con Dios.

Paul Newman dijo...

Toi, lo mío con Sevilla es de cachondeo. Y vuelvo a insistir en que el autor de la publicación del chiste del cura granaíno fue Redford.

En Sevilla he estado con frecuencia, y reconozco que es una ciudad con mucho mucho encanto y sin nada que envidiar a otras. El problema que le encuentro es... que no tiene mar.

Y ahora una personal. Siendo guiri, en determinadas cosas estoy un poco empanao. Lo reconozco y no me duelen prendas.

En la semana santa del 93 vino un hermano mío, con dos amigos más, a visitarnos a Redford y a mí. Como tres de los cinco no habían estado nunca en Sevilla, decidimos ir allí el viernes santo.

Una vez allí, y tras aparcar los coches en el barrio de los Remedios, el asocial de Redford (muy típico)decidió que se desligaba de nosotros y se iba a ver a una prima (?) que vive en Sevilla. El resto nos fuimos a ver la ciudad y las procesiones.

En el momento de separarnos tuvimos que acordar el sitio y la hora para volver a vernos. La hora la fijamos a las 22'30 pm, y el sitio se me ocurrió a mi: una esquina de la Giralda.
Yo había estado allí unas cuantas veces por motivos de trabajo, y el sitio me pareció fantástico. Fácil de recordar y encontrar, y sin mucha gente. Es evidente que desconocía las tradiciones locales.
Acabamos encontrándonos una hora y media después en el lugar de aparcamiento, y Redford con un cabreo del quince.
Todavía me lo recuerda.


tivos de trabajo, y el sigdecidimos a