domingo, 11 de noviembre de 2007

Suicidio asistido

Tengo un nonuerno que me predispone a la deseperación.

Cuando nos vamos de copas, o de cañas, todos pedimos lo que se pide habitualmente: que si una cerveza, que si un gintonic, que si un vinito, que si un cubata,… Vamos, lo que puede entenderse como normal. Peeeeero mi nonuerno no es normal: solo pide Bitter Kas.

Así que, puestos a vivir la caridad cristiana y para tener un detallito con él, un día que estaba de compras decidí incluir en la cesta del gasto un par de latas del maldito Bitter.

¡Día aciago! Al llegar a casa una de las latas fue directa a la primera balda del frigorífico. La otra a una caja que sirve de almacén de bebidas.

De esto han pasado ya más de doce meses, y cada vez que abro el frigorífico me encuentro la maldita lata de bitter. Todos los malditos días, varias veces al día.

Ayer tuvimos una pequeña fiesta en casa, y a ella asistió el nonuerno al que me vengo refiriendo. ¡Oh diosa fortuna! ¡Dejaría de ver la maldita lata del maldito bitter!

Empieza la tribu a pedir: cocacolas, gintonics, cubatas, cervezas… y ni nonuerno ¡¡¡NO QUIERE NADA!!!

La decisión está tomada. El maldito brebaje que sabe a maldita medicina no volverá a aparecer por mi casa.

Se me han muerto tres plantas: no soportaron que las regara con el maldito bitter.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, yo tambien conozco esto de la bebida que compras creyendo va a ser un éxito en el siguiente evento familiar, y pasa después por ser un continuo estorbo, para terminar en la basura.
Yo compré para las reuniones de ocio (pocas pero masivas cuando las hay) un pack de 6 u 8 tónicas Nordick. "Sabor como la Nordick, hoy por hoy, ninguna..." decía uno de mis cuñados (un sujeto que, aun procediendo de las profundidades de la huerta murciana, exige marca en todos los productos que le rodean, salvo en el azúcar, creo). "Así podré preparar unos gin-tonic tan sabrosos como los que nos hace Mike en cuanto le damos ocasión", pensaba yo en el momento de decidir la compra. Éste a quien yo pretendía emular con las Nordik -Mike- es un elemento con pinta de "guiri" que ha hecho pocas cosas bien en su vida, incluso algunas muy bien... pero pocas: p.ej. prepara una ensalada de canónigos fenomenal, no sé si su esmero en esto le viene porque es algo anticlerical y le seduce eso de hincarle el diente con saña a un vegetal así llamado; también hizo un buen casamiento, la mujer que la vida puso a su alcance, aunque escueta de talle, es un encanto, como lo prueba el que no dé muestras de agotamiento pese a los años de convivencia con él. Y lo último que se me ocurre que hace bien -incluso muy bien- es lo de preparar el repetido cubata: esprime limones en el acto de servir la bebida, restriega el borde del vaso con la pulpa, echa la dósis exacta de hielo, de "gin" y de "tonic"... Vamos, un profesional, que podría hacer de bartman su segundo oficio.
Hay que ver qué bien queda Mike, pensaba yo.
Pues nada, por h o por b, no acababa de llegar la ocasión crítica para el consumo de las Nordik. Éstas permanecían en el frigorífico familiar, semanas, meses... y cuando ya se aproximaba el bienio Nordik (salpicado de comentarios conyugales del tipo de "bueno nene, si no nos vamos a beber esto, yo lo tiro"; respondidos siempre con un "no, mujer, no, oríllalo un poco, tirar lo último"), esto es, cuando ya estábamos a punto de vivir un momento auténticamente Nordik, un día me percaté de que una o dos de las consabidas latas habían expulsado su savia hacia la bandeja en que habían hecho morada, y se había desparramado -por el inexorable dictado de la ley de la gravedad- hacia las lejas inferiores, haciendo partícipes de su sabor y textura, algo pegajosa, al resto de viandas que encontraron a su paso. Aquel fue el día fatal. Sin conocimiento de mi cónyuge -quien, como la de Mike, tiene escasa altura, cierta densidad y muchísimos más encantos de los que aparenta, pero también una no desdeñable dosis de mala leche- procedí a la inmediata limpieza del interior del aparato afectado, iniciando la misma con la eliminación de la causa del siniestro: me desprendí de las Nordik, tanto las que habían expelido su fluido, como las que permanecían estancas -por el riesgo de que dejaran de serlo-, con el posterior regocijo de mi prójima, cuyas preguntas sobre una explicación convincente acerca del hueco que ahora apreciaba por la "desaparición tónica" despaché con una burda excusa que ahora no recuerdo.
Saludos Paul

Raflex de Labacete