jueves, 13 de diciembre de 2007

Psicopedagogos de pacotilla


Se que me puedo estar metiendo en un charco, no soy un experto en el asunto, pero no me resisto a hacer un comentario a la reciente aprobación de la Ley de Adopción Internacional por parte del Senado, en España.

Uno de las propuestas de la Ley ha consistido en la modificación del artículo 268 del código civil (“Los sujetos a tutela deben respeto y obediencia al tutor. Los tutores podrán, en el ejercicio de su cargo, recabar el auxilio de la autoridad. Podrán también corregir a los menores razonable y moderadamente”) por el siguiente: “Los tutores ejercerán su cargo de acuerdo con la personalidad de sus pupilos, respetando su integridad física y sicológica. Cuando sea necesario para el ejercicio de la tutela podrán recabar el auxilio de la Autoridad.” Con un par. Si señor.

Traducido al lenguaje vulgar, más o menos viene a significar: al niño (especialmente al adoptado) no se le puede tocar un pelo, asín que ojito con lo que haces que te puede caer un buen marrón. Si le atiza al padre, sonrisa y buen rollete; si canea a la madre, comprensión y más cariño; si patea al perro, educación cívica y ecologista...

Uno de los senadores que defendía la modificación (cuyo nombre y apellidos omito para evitar sonrojos) ha afirmado que así se reflejaba "una concepción de la educación más democrática, recogiendo un sentimiento muy extendido de una nueva sociedad más tolerante". Como gracias a Dios todavía hay parlamentarios con sentido común, no se ha aprobado esta propuesta. El psicopedagogo iluminado se lamenta: "la idea que prevalece ahora es la idea educativa de la corrección, porque se ha manifestado una sensibilidad más conservadora" en la Comisión de Justicia.

Tengo para mí que este tipo no tiene ni idea de que es un niño (un cabrón con pintas, en potencia) y menos aún un niño adoptado (un superviviente nato de un mundo hostil y que si puede armarla la armará). Veamos tres simples concreciones prácticas de la "concepción de la educación democrática", sentimiento muy extendido en la "nueva sociedad más tolerante":

- Si el niño/a coge un mechero: la primera vez leve corrección; la segunda educación práctica de los valores de arrojo y valor de los bomberos cuando suben por la escalerita de su camión.
- Si el niño/a coge un cuchillo jamonero: la primera vez leve corrección; la segunda educación práctica de los valores de solidaridad y servicio a los demás de los médicos de urgencias que pasan muchas horas atendiendo a los ciudadanos.
- Si el niño/a coge un bote de lejía: la primera vez leve corrección; la segunda educación práctica de los valores de esfuerzo en el conocimiento de los trabajadores del Instituto Nacional de Toxicología.

A comienzos de los años 80 un amigo mío daba clases particulares para ganarse los garbanzos, y tenía como sujeto paciente a un chavalín de diez u once años que estaba más sordo que una tapia y llevaba sonotone. Habitualmente el niño hacía prácticas de lanzamiento de audífono a larga distancia cuando algo le cabreaba, o no le interesaba, y doy fe de que era todo un profesional en la especialidad. El muchacho era un prenda, y el padre (perteneciente por lo visto a una sociedad antigua y retrógrada) afirmaba muy serio que a su hijo le vendría muy bien que un día, por la calle, algún niño de su clase le diera una buena mano de bofetadas...


(La imagen se encuentra bajo licencia de Creative Commons)

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