Hotel Riazor. La Coruña. Frente a la playa de Riazor. 12 adultos y 14 niños. Nos disponemos a celebrar el ochenta cumpleaños de María. Al principio algunos nervios. Los niños desatados... la ilusión de estar en un hotel. No paran quietos ni un momento. Una sala sólo para nosotros. Todos elegantes y con ganas de pasar un buen rato. Y lo más importante: que María disfrute y lo pase bien en familia. Y de paso, hacerle ver lo mucho que la queremos.
Empezamos con unos aperitivos: jamón, queso, pulpo, tortilla, gambas, croquetas, cervecita Estrella de Galicia,...
Luego, ya sentados, empezamos con la comida en serio. Un par de vieiras por barba y lubina o solomillo de cerdo a elegir. Mientras comíamos los niños daban bastante el coñazo. Pero bueno, nada extraordinario.
Ya en los postres nos metimos de lleno en lo emotivo. Primero un par de lecturas de sendos escritos que llenaron de lágrimas los ojos de todos los comensales. Creo que nadie pudo reprimir la emoción. Y luego llegó el regalo. Un libro impreso con todas las fotos que recuerdan toda la vida de la homenajeada. Primero lo proyectamos con un cañón y con musiquilla ambiental. Y luego le dimos el libro. En ese libro también estaban representadas las vidas de todos los que allí estábamos. He visto fotos mías que desconocía; especialmente una en mi 24 cumpleaños soplando las velas de la tarta con toda una pedazo de barba y en bata... qué triste!!!
Como mi hermana pequeña no pudo asistir, no faltó la conexión vía Skipe para que ella nos pudiese ver y pudiésemos saludarla.
La verdad es que me está quedando una entrada un poco coñazo. Así que vamos a darle un poco de vidilla. La cena estuvo condimentada con los chistes marrones y demás guarradillas de New-man y su nonuerna. Un día de estos colgaré un vídeo marrón a más no poder, que hace las delicias de ellos dos. Se pasaron toda la comida recordándolo.
Mi nonuerno extremeño perdió los nervios con sus vástagos y cuando les gritó " ¡Como volváis a romper algo os váis a enterar!", nos dio al resto un ataque de risa.
El momento simpático lo protagonizó mi sobrino Gon. Va el tío y con 8 años de vida, le dice a uno de los adultos, refiriéndose al hijo de éste:" no sé quién más lo está educando a parte de vosotros , pero lo estáis haciendo... mal". Y se queda tan ancho.
La nota de color la dieron los dos pequeños. Y nunca mejor dicho. Se quedaron solos unos minutos con unos rotuladores. La que liaron. Boca, cara, mano y ropa... todo de colores variados... ni Dalí! Por supuesto que los rotuladores eran de esos que no salen ni de coña. Así que estarán algunos días marcados.
Al final, típicas fotos familiares que hizo el típico camarero sin mucha idea de fotografía. Todos felices y ya hemos quedado para celebrar los 90. Muchas felicidades.
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