domingo, 17 de febrero de 2008

Amanece cada día (original de Driver)


AMANECE CADA DÍA

He llegado al edificio donde vivo. Son las 23:45, o sea, las 21:45 solares.
Es curioso pero hay días _coincide que son aquellos en los que el agotamiento me domina_ en los que mi mente se escapa hacia los recuerdos; esos días veo una calle de mi ciudad, pero a la vez se me manifiesta la nítida imagen de la bicicleta de mi hermano pequeño, o la casa de un viejo amigo_.

Aparco el vehículo con el que discurre mi cotidianidad por la gran ciudad. Llegando al portal recojo el correo, tomo el ascensor y pulso distraído mi número.

Mientras el ascensor cumple su cometido, mi mente hace balance del día. Me duele la cabeza.

El ascensor se detiene. La luz de la escalera comunitaria no funciona. Busco afanosamente las llaves.

La puerta entreabierta. Aquí alguien ha cometido un fallo. Tendría que buscar un culpable, pero sin ganas ni fuerzas, mejor dejarlo.

La luz sigue sin funcionar.

Demasiado cansado para buscar las velas, me dirijo al dormitorio directamente. Me desnudo, sumergiéndome a oscuras en el mar de algodón.

María no llega. Trabaja demasiadas horas. Su contrato basura le obliga a llegar más tarde que yo. Esto empieza a afectar a nuestra relación.

Son las 00:30 oficiales, es decir, las 22:30 solares.

Es curioso, pero a veces, viajando en autobús o esperando en un hospital, ves la cara de un fulano que te resulta familiar, que se parece a un primo lejano, muy lejano.

Ruido de puerta. Viene María. No tengo ganas de hablar.

María se desnuda en silencio y a oscuras. Afortunadamente ella tampoco tiene ganas de hablar.

Hace tiempo que María y yo nos hemos alejado un poco. Antes hablábamos mucho y ahora nos vemos muy poco. La situación laboral va de mal en peor, nunca coincidimos y no tenemos tiempo para hacer casi nada juntos.

Alargo mi brazo y la estrecho dulcemente. Ella entiende mi mensaje.

En el silencio y la oscuridad de la noche, nuestros cuerpos se dejan caer por la ladera la pasión. Los caballos corren veloces y en silencio. Se cumple el tópico de “sobran las palabras”, más por cansancio que por convencimiento.

Tras la batalla…el silencio.

Amanece en la gran ciudad. Los primeros rayos de sol se dejan entrever en un rincón. La preocupación laboral me despierta. Al incorporarme estiro la espalda. Me levanto en la penumbra y subo la persiana.

Aquella no es mi casa y aquel no es mi dormitorio…, luego aquel cuerpo no es el de María.

Son las 7:45, las 5:45 solares. Debería tomar una decisión urgente sobre el tipo de vida que practico, pero……

De momento voy a salir de aquí de la forma más rápida y silenciosa que pueda.

No hay comentarios: