Gran decepción

Llevaba mucho tiempo queriendo ver la última película de Indiana Jones. No había leído críticas ni sabía su argumento ni nada de nada. Así que ayer sábado nos dispusimos a ver, con una buena dosis de palomitas, El Reino de la Calavera de cristal.

El comienzo, flojito. Que si unos rusos en USA que conquistan una base del ejército donde guardaban tesoros de incalculable valor... la base sólo estaba custodiada por tres o cuatro soldados. Jajaja.

Y en ese momento, sin anestesia, llega la gran fantasmada de las fantasmadas. Jones aparece por arte de magia en una ciudad fantasma en el estado de Nevada. Ahí van a hacer una prueba de una bomba atómica. Cuando él deambula por las solitarias calles se oye en un altavoz que quedan veinte segundos para la explosión nuclear. ¿Y qué se le ocurre? Meterse en un FRIGORÍFICO. La bomba estalla, todo se desintegra menos el frigorífico que sale disparado por los aires; cae, se abre la puerta y sale Indiana sin un rasguño. Mira hacia el lugar de la explosión y ve el típico hongo nuclear. JAJAJAJAJAJA.

Y el resto de la historia una patochada. Casi toda la película se desarrolla en Perú. Resulta que la calavera de cristal es de un extraterrestre (jajajajajaja) y hay que devolverla al sitio donde estaba hace nosecuantos mil años. Más risas.

Hay una escena que produjo en mi risas y nauseas cercanas al vómito. Es cuando las hormigas asesinas se ceban con los perseguidores de Indiana. Jajajaja. Nunca me he reido tanto. ¡Qué imaginación!

¡Y qué contar de la persecución en vehículos anfíbios por las selvas peruanas! Iban a 120 entre los árboles, arbustos y lianas. Más jajaja. Y de pronto a Indiana le sale un hijo de la nada. Y resulta que el hijo se parece más a Tarzán que a su padre: atraviesa la jungla de liana en liana y llega antes que los de los coches a cualquier sitio.

Casi al final del bodrio, di un par de cabezadas. Resultó que no era una calavera; eran trece esqueletos de extraterrestres que esperaban en Perú a juntarse de nuevo. Y cuando lo hacen, se van en una nave espacial.

Lucas y Spielberg no podían haber caído tan bajo. Ni yo, por haber aguantado semejante tostón. Lo malo es que el mito de juventud que yo tenía, Indiana Jones, se ha deshecho en mil pedazos.

¡Una nevera! jajajajajaja